Los tres años que anteceden a esta curatoría han sido los más vertiginosos de la última década, para esquematizar los eventos que han influido en nuestra experiencia formativa consideraremos como primer hito el movimiento feminista del 2018, para seguir con el estallido social del año 2019-2020 que termina abruptamente con la cuarentena, producto de la crisis sanitaria del año 2020 por el virus SARS-Cov- 2, donde estas condiciones marcaron nuestros procesos de producción y fueron cimentando cualidades específicas que fueron integradas en nuestros ejercicios visuales.

La oleada feminista que tuvo lugar el año 2018 sacudió a la sociedad chilena, generando que los temas planteados por el feminismo estuvieran en boca de todos a partir de numerosas y multitudinarias manifestaciones, acompañadas de expresiones artisticas como performance y pancartas, que terminaron provocando un remezón cultural en nuestro país.

Por su parte, en el 2019 los sucesos sociopolíticos e históricos cargados de emotividad, movimiento y ajetreo político de diversos sectores sociales, como los trabajadores, las feministas, los ecologistas, los estudiantes y los adultos mayores marcaron el ímpetu de generar espacios de discusión, visibilización y principalmente cambios en las estructuras de poder que se viven, como suele suceder, de manera activa en los territorios de los cuales como generación de artistas nos sentimos que formamos parte y somos activos en la generación de sentidos y comunidad.

Todo este movimiento y dinamismo característicos de las revueltas sociales se ven interrumpidos a principios del año 2020 con la llegada de la pandemia. Alrededor de casi dos años, vivimos la amenaza latente de la muerte y en caso de abandonar el lugar de reclutamiento, el castigo no era menos que la enfermedad y el perecimiento del cuerpo. La vigilancia ya no es del otro carcelero, nosotros mismos fuimos el carcelero y el encarcelado, enfrentados a la disyuntiva de vivir presos o morir.

Las dificultades en cuanto a la sobrevivencia existentes, que implican un trabajo y el esfuerzo excesivo impuestos por la sociedad de consumo bajo la premisa de “nunca es suficiente”, se ven amplificadas y agotadas en el contexto de la pandemia del virus SARS-COV2, donde además, se suma un estado de hastío y sopor frente a las pantallas que han proliferado como medio de comunicación y trabajo, cuando un sin fin de imágenes que pasan fugaces por nuestros ojos y mentes, cada una tan irrelevante como la anterior, son efímeras como un parpadeo. Hoy se consume más información sensorial que nunca, pero dicho consumo se ha reducido en muchos casos a un consumo mercantil y superfluo.

Bajo este panorama pareciera que ha disminuido la necesidad de mantenernos encerrados, más, en muchos casos, el exterior es percibido como excesivo comparado a las cárceles que hemos construido. Al hogar, nuestra cárcel figurativa, es posible concebirlo como un territorio en diálogo constante con el territorio del cuerpo, le modificamos y con nuestro habitar, afectamos directamente, el territorio casa y el territorio cuerpo, siendo uno solo, enfatizando en la idea de propiedad, casa y cuerpo ejecutando una ósmosis siempre sujeta al tiempo y memoria. La identidad es también una propiedad, como alteramos la casa alteramos el cuerpo.
Palabras clave:
TERRITORIO - MEMORIA - CUERPO - NARCISISMO - LÍQUIDO